Cuando en el pasado, las personas se reunían en las zonas rurales, tras escuchar el estridente sonido de la trompetilla, sabían que una noticia, un trozo de historia, les iba a ser comentada.
Ahora en las elecciones, cada suceso se cuenta, por cada partido, con una diferencia tan grande que cuesta a veces, discernir si se habla de los mismos hechos.
Las mismas elecciones, son ganadas por todos y perdidas por ninguno, con los mismos datos en la mano.
En la "cultura" del fútbol y tras observar una misma jugada 100 veces, a cámara lenta y desde todos los ángulos posibles, nadie se pone de acuerdo en si fue falta o no.
Si decidimos saber lo que pasó en la última reunión de la comunidad, y preguntamos a los vecinos, al final dudaremos, si han estado en la misma reunión o no.
En las aulas, cuando preguntas a los alumnos sobre lo que se habló en una determinado momento, parece que éste no existió nunca, y que lo que se explicó, nunca se dijo.
Ahora nos dicen que la realidad que percibimos, no es real, que el cerebro procesa los estímulos que le llegan y los reinterpreta creando una realidad sólo para nosotros. Incluso se pone en entredicho el libre albedrio. Dicen los neurólogos haber descubierto, que nuestro cuerpo conoce nuestras decisiones, ante de que nosotros las tomemos.
Si no hay libre albedrio no hay historia sólo destino, y si lo hay, cada uno veremos una historia diferente.
El conocimiento de la historia es el conocimiento de los vencedores, de los editores, de los censores y los documentos reservados.
Hay tantas historias como personas encargadas de contarla, el problema no está en la historia, sino en las personas "encargadas".
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